viernes, 15 de noviembre de 2013

EL CARTEL OXIDADO







Cuando el óxido hacendoso corroyó el cartel creyó llevarse consigo el dulzor de la mirada.  Fue en vano: la herrumbre no se lleva  los frutos recogidos durante el candor. En el espacio intangible de la plancha de metal estaba la niñez; ese tiempo  capaz de hilar historias de  leche y aventuras, esos momentos templados por la fantasía y las supersticiones.  Sobre la deslucida pared se hallaba la huella ajada pero entera de la memoria. Los vértices del pensamiento irrumpieron en los lagrimales. Parecía inexorable el letrero oxidado, sin embargo encrespó las orejas superiores y una larga gota se deslizó hasta caer a tierra. Dicen que el calor provoca el sudor de las cosas…


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