sábado, 11 de enero de 2014

LA CUENTA

Los incontables carteles colgados sobre las vidrieras le dan la bienvenida al año 2014. Estamos sobre los últimos días del año 2013. Los hombres y mujeres cargan en sus brazos las botellas de vino para el brindis. No se festejan los finales- dicen ellos- pero para brindar por lo que llega hay que despedir a aquello que se va. Yo, continúo con mis cálculos, abstraída del mundo. De tanto en vez alzo la vista para ver los ojos de quien me habla, pero hacer eso significa pagar un alto precio: pierdo la cuenta. El tema que a mí me preocupa es otro y ellos no lo saben. El pitido de un tren a lo lejos me distrae por un segundo. Letal circunstancia en donde muere el instante y mi cifra de aproximación. Deberé empezar a contar desde cero nuevamente. Así transcurre mi vida, desde siempre. Alguien encerró el tiempo en mi cabeza y soy su rehén, hasta ahora, indeclinable. Todo empezó mucho antes: unos cuarenta mil años atrás. He pasado por la pira, el cadalso, vejámenes, holocaustos y un sinnúmero de injustas condenas por no acogerme a ningún dogma ni orden preestablecido. Suena una sirena, luego dos y las bombas de estruendo dan lugar al inicio del año nuevo. Ponen sobre mis manos una copa y me dicen:
--Chin chin abuela, saque esa cara y disfrute…
Jamás les diré que todo ha terminado, que la vida es una farsa. Después de todo soñar no cuesta nada. Brindo y continúo con mi cuenta: faltan un millón doscientos cuarenta y tres mil quinientos cuatro salidas de sol para despertar a una nueva conciencia. Este mundo paralelo, para ellos, es una cuestión mágica. Me desprendo de mi cuerpo y sigo contando…

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