viernes, 4 de abril de 2014

Amanecido Sintiempo

Amanecido Sintiempo se alzó con rapidez de su lecho. La mañana lo despertó con un sobresalto: el sol entró tras la ventana; ya era demasiado tarde como para beber un café tranquilo. Apenas una ducha rápida y se vistió para salir rumbo a la calle. La parada del colectivo atestada de personas esperando puso de malhumor a Amanecido Sintiempo. Esto de esperar no era cosa de buen tino para él. Decidió ir hacia su trabajo a paso ligero, sin embargo al consultar el reloj pulsera se dio cuenta de los pocos minutos que le restaban para llegar a horario y entonces comenzó a correr; primero al trote y luego más ligero. Uno, dos o diez kilómetros hubiesen sido lo mismo: Amanecido Sintiempo sintió un fuerte dolor en el pecho. Se detuvo, y a duras penas balbuceó:
—Sé que sos la parca, pero yo soy Amanecido Sintiempo; verdaderamente me gustaría charlar con vos para aprender algo nuevo pero si me detengo llegaré tarde a mi trabajo.
Luego todo fue rápido y difuso: la ambulancia, el escalofrío y la lápida con la foto del hombre, donde reza: aquí yace Amanecido Sintiempo, por consultas dirigirse a la eternidad.

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