jueves, 1 de octubre de 2015

Destino


La bruma atosigando el andén, como si estuviese a punto de tragarse todo lo que por ahí pasaba: vagones, personas, esperanzas.
Mónica había comprado dos chocolates. Una pueril manera de pasar el momento amargo que se avecinaría.
No le gustaban las despedidas, nada es definitivo en los andenes. Los trenes vienen y van, pero esa vez sintió que ningún tren retornaría al pequeño pueblo y que con la partida se irían también los sueños.
Lagrimeó sin parar hasta que llegó la formación, danzó entre besos y lágrimas y luego frente a sí misma se juró el olvido, sin percatarse de que el olvido no era un buen aliado, sobre todo porque el maquinista manejaba a su antojo el hado de la estación…

No hay comentarios:

Publicar un comentario