miércoles, 14 de octubre de 2015

EL ESPEJO


Tuve la tentación de no hacerlo. Es ya tarde para arrepentimientos. Esa noche la lluvia estuvo presente. La recuerdo, pertinaz, por dentro y por fuera.
Mirar una película no es algo que me satisface demasiado, prefiero escuchar música; tal vez porque están de moda las películas donde los zombies se apoderan del inconsciente y después de eso, sólo resta tener oscuras pesadillas, bueno, es un manera de decir, porque claramente el mundo onírico se convierte en agitación, grito y barbarie. No encendí el televisor. Esa noche me senté en el cómodo sillón a recordar tiempos idos; seguramente los tiempos que se han marchado tienen aromas diversos, los míos me recordaron a café con leche con tostadas con manteca, a invierno con escarcha sobre las aceras, a rosales espinosos, a escuela con amplios pasillos, a juventud ensoñada. Y luego, la memoria ¡ crash! hizo ruido, se quejó, se rompió, se cuajó, se licuó, se evaporó; me sustraje, me sublevé, me aliviané, me pesé, me dilaté, cosas de la memoria; pensé, cuando juega a las escondidas con la distancia. Una sensación de asfixio pasó por mi garganta, es que tal vez, por allí es por donde pasan las lágrimas. Ya me ha sucedido otras veces. Es común en los humanos tragar memoria por la laringe. Me alcé del sillón, las lágrimas densas comenzaron a caer imparables. Fui hacia el baño. Me miré en el espejo. Un grito arcano salió de mi boca. Volví a mirarme, una y otra vez. Los ojos, las mejillas, la nariz, la boca. Si , era yo. Estaba en el espejo fijamente, observándome. El único detalle que no me deja dormir hasta hoy, es que en la imagen del espejo no se veían las lágrimas.

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