lunes, 7 de diciembre de 2015

Desmemoria


Marisa camina con asiduidad por el barrio latino. Suele llamar la atención de otros transeúntes. Algunos le han preguntado qué cosa ha perdido por esa particular manera de caminar cabizbaja y en redondo, repitiendo una y otra vez el mismo trayecto.. Ella alza la vista y un tinte de rubor enrojece sus mejillas. Jamás podrá decirles a sus vecinos que lo que ella busca no está en la acera, ni siquiera más abajo.
Julio su compañero la sigue sin desvelo.  Él cree que  algún día Marisa descubrirá que la memoria es de carne y estrellas. Mientras tanto, vaga con ella por el cementerio de ideas. Mata algunos pensamientos con sonrisas poco convincentes.
Julio está ahí, noche y día  a orillas de la desmemoria, a la espera.

Una tarde de octubre, que ambos recuerdan, ella miró de soslayo a su perseverante acompañante. A contraluz de cualquier idea parásita, creyó ver la sombra de su propia silueta.  Hizo gestos y mohines que se proyectaban en las paredes a medida que avanzaba contenta. Solo se  detuvo cuando la sombra proyectó un sombrero. Derramó la lágrima demorada: su compañero lo usaba en las tardes de sol hirviente. Extendió los brazos y se fundió en la imagen de la pared. Aún hoy buscan a Marisa, la del andar cabizbajo y la silueta de polvo y estrellas. Cosas que suceden en la desmemoria de los pueblos…

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