sábado, 12 de diciembre de 2015

Reflejo condicionado


Los amigos de Sara dicen que ella siempre camina en redondo, como la laucha en la palangana. Repite una y mil veces el mismo recorrido y se queja de Pávlov y el libro que habla de los reflejos condicionados.: no le gusta, no lo entiende o lo siente inservible. Despues de todo , ella no es ninguna perra.
Sara está por concretar su cuarto matrimonio. Se siente llena de ilusiones y con mariposas en el estómago, como decían las mujeres de antes.
Esa mañana, fue hasta el ropero a buscar el vestido blanco, el mismo que usó en las otras oportunidades de enlace, solo que le iba cambiando el lazo: el primero fue blanco, el segundo rosa, el tercero verde y en esta ocasión sería un lazo azul; lo acarició con pasión pensando en el futuro.
Antes del día de casamiento debería concretar algunas entrevistas de trabajo y asistir a un cóctel al cual había sido invitada. Era su última salida antes de volver a casarse. Se miró en el espejo y pensó que era tiempo de serenar su alma, los ojos profundos hablaban de cansancio. Sacudió su cabellera como un gesto anexo al sacudir sus pensamientos. El rostro de su amado se delineó en el aire, un flash y luego se alejó.
Tomó la plancha para alisar el vestido transparente que usaría en esa fiesta, pensó en la música que la transportaría y en las copas de champagne.
De tanto pasar la plancha por el mismo lugar, acortó el ruedo del vestido hasta que la falda desapareció convirtiéndose en una ajada blusa transparente. Se aproximó a la ventana y la arrojó a la calle. Se sintió liberada. Con breves pasos saltarines se acercó al libro Reflejos condicionados, deseaba finalizar la lectura. Así lo hizo y luego con una llamada desde el teléfono celular se disculpó por no asistir al cóctel
Liberar el instinto en los brazos amados es un buen camino, pensó, mientras acariciaba el vestido de novia.

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