domingo, 17 de enero de 2016

La máquina de caminar


Me gusta entrecerrar los ojos, evidentemente me permite otra perspectiva de las cosas y de los hechos. A diferencia de cerrarlos es una manera de aventurase en la provocación de otros sentidos. 
Esa tarde debía desempolvar, ordenar y reacomodar un espacio ocioso de la casa. Un aparato para hacer ejercicio físico, arrinconado, me recordó que caminar es bueno para la salud. Claro que por alguna razón lo habría arrumbado, razones que la memoria se encarga de olvidar. También un viejo cuadro apareció ante mi vista, tenia polvo, y al entrecerrar los ojos, percibí dado su densidad de que era un polvo de antigua data. Me dieron ganas de estornudar antes de que ese polvillo volase por el aire. Sensaciones impresas en la memoria, pensé. Fui en busca del plumero y en el camino me encontré con mis óleos: impecables tal como los había comprado dos años atrás.´
El tiempo, el maldito tiempo que no alcanza para todo lo que uno desea hacer. Vi por el rabillo del ojo los tres bastidores listos para ser usados. Una gruesa lágrima quiso salir, entrecerré los ojos y de frente los miré por largo rato. Mis ojos querían huir, pero el alma, mi interior, pareció hacer un sol sostenido: la clave estaba ahí.
Comencé a flirtear con los colores, y el corazón se aceleró. 
A veces, alienarse por un instante no es malo. Luego recordé lo de la cinta para caminar y entrecerré los ojos. Estaba ahí para romper con la rutina y reacomodar el cuarto ocioso. ¡De qué sirve un cuarto ordenado si no es para caminar!
Arrastré con cuidado el aparato de gimnasia hacia el jardín, era un buen sitio para dejarlo. 
Retorné a mi lugar esencial y abrí de par en par mis ojos: el alma me había provocado. Y aunque no sé si venderé a gran costo mis obras o si ellas serán reconocidas o no, sí sé que caminar le hace bien a mi corazón. Me detuve frente al bastidor, esbocé lo soñado con pocas líneas, lo simple se complementa con el vacío, me dije, mientras los óleos eran danza ante mi vista. 
Como por arte de magia la cinta de caminar que estaba en el jardín comenzó a moverse, pero esta vez me le había adelantado. Cerré la puerta del cuarto y abrí la ventana de mi corazón. Cosas que pasan cuando uno se pone a ordenar…

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